En una mañana lluviosa, la vida parecía tranquila detrás de la ventana, mientras me sentaba y escuchaba las noticias y pensaba en el presente y el futuro de la humanidad. ¿Es realmente el final, como lo han previsto algunas películas de Hollywood, y algunos investigadores y expertos en economía y política que escribieron al respecto? ¿O inevitablemente es el comienzo de una nueva era basada en el amor y la esperanza, en la que prevalece la paz y la felicidad y el ser humano se convierte en un verdadero humano? Intentaba ser positivo y escuchar más mi corazón que mi mente, y dejar de pensar solo en el tema de la cuarentena y la cantidad de infectados por el COVID-19 en el mundo.

En realidad, deseaba estar viviendo un sueño del cual me despertaría pronto, pero me di cuenta mientras miraba la calle desierta a través de la ventana que el sueño era realidad, así que decidí no hacer de la realidad un sueño y evitarla, sino vivirla y escribir sus detalles para que la humanidad aprenda de ella en el futuro, y que sea una lección para todos nosotros al terminar esta angustiosa prueba. Entonces dejé la libertad a mi pluma para volar al mundo y narrar el período más difícil de la historia humana.

Said Bahajin Marruecos


Sí, y parece que lo más difícil podría irse alejando, ojalá. Mañana tendremos una hora para pasear y hacer deporte. Lo espero con la impaciencia e ilusión que se espera el amor extrañado largo tiempo. Y, como en esas ocasiones, sueño con la cita y, la vislumbro tan estimulante… Pero, ¿después de más de seis semanas de palabras virtuales sin caricias, mi sentado cuerpo, aducido de pantallas y esculpido en forma de cuatro, concebirá entregarse a la compañía vertical?, ¿podrá traducir el goce de las aceras a vigor cardíaco? Todo augura un encuentro soleado, espero no deslumbrarme tras estos días en sombra y encierro. Ya sé, lo mejor será tomarlo con sosegada calma, estrenando el aire sereno, vestido “de hermosura y luz no usada”, como sintiera Fray Luis de León en su Oda a Francisco Salinas. Así será para que la impaciencia no me nuble el sueño y esté bien despierta y agradecida de que siga convocándome la vida a pasear por las calles de mi Madrid. Sí, lo haré in memoriam de quienes ya no podrán hacerlo.

Bienvenida Sánchez Alba, España


Múltiples voces salen a mi paso, las del deber ser, las del hacer por sobre todas las cosas, las del competir y también, más que nada, las del sobrevivir con urgencia.

¡No cabe duda que mirar al vacío nos hace ver nuestros propios vacíos!

He recorrido la calle con la mirada, y los recuerdos con el corazón. He visitado en línea a mis amores, y con la pluma a mi futuro. Esta obra que escribo, aunque la pienso para el mundo entero es, sobretodo, una declaración para mí mismo de todo lo que se puede construir más allá de la urgencia de sobresalir.

Y respiro…

¿Será igual para quienes viven un día en minúsculas fracciones de 50 segundos y su sonoro tic-toc que para quienes lo fraccionan entre el verde y rojo de un crucero?

¿Cómo la estarán pasando quienes no pueden hacer más pausa, aunque les hayan frenado en su trabajo pero sus tripas le instan a seguir comiendo?

O la niña que tiene que estar en casa, callada y quieta, paralizada, resistiendo la urgencia de control y desahogo de su padre, ahogado, ¿Lo vivirá igual quién en casa majestuosa se desahoga en una pantalla que le pregunta de vez en vez si quiere continuar viendo, sólo viendo, lo que sigue de la historia de alguien más?

¿Será que el parar se ha convertido también en un lujo, tanto como «artículo» de primera necesidad?

Me gusta pensar que es el tiempo de ir hacia adentro para construir con el afuera.

Mis 6 semanas son para mí una eternidad. Mis dudas son para mí el oriente y su inmensidad.

Lo que cada quien construye desde su posibilidad y capacidad, ¿Cómo transformarlo en un bien para toda la humanidad?

Fernando Nieto, Playa del Carmen, México


Cómo transformarlo en bien, tal vez sea esa la cuestión. Transformar juntos lo malo en algo bueno. Una vez vi un cartel que decía: “soy lo que soy, pero seré lo que quiera ser”. Creo que de eso se trata, no ser lo que nos tocó sino ser lo que hacemos con lo que nos tocó. Sobre todo cuando no parece fácil, sobre todo en momentos como éste.

El desafío no es para todos igual y lo sabemos. Hace poco leí que es mentira eso de que estamos todos en el mismo barco. No, no estamos todos en el mismo barco, estamos apenas en el mismo mar, unos en yate, otros en lancha, otros en salvavidas y otros sin nada, apenas con lo puesto y nadando con todas sus fuerzas para sobrevivir.

Debemos resistir, ser solidarios, unirnos y de una vez por todas exigir que se deje de gastar en la guerra y en la muerte para invertir en la vida, que se deje de gastar en armas y balas y se invierta en salud, ciencia y educación. Tal vez este sea el momento, tal vez ahora sí lo escuchen, tal vez ahora sí lo piensen. Yo lo seguiré gritando y exigiendo, porque como dijo Simone de Beauvoir, “prefiero soñar que la vida podría ser sin dolor”.

María Teresa Barrios, Rosario, Argentina.


Y en este pequeño barco en el que andamos cualquier corriente de resaca nos puede arrastrar a altamar… como cuando esperas que esa termoclina en el fondo que apenas percibes con uno o dos grados de diferencia en temperatura, en forma de un dolorcito de muela, oído o garganta del que no identificas claramente la fuente, sea sólo eso, un simple dolorcito… antes de incluso aceptar que lo sientes, antes de verbalizarlo y preocupar a alguien, antes de necesitar acudir a un especialista de la salud, que en estos días puede significar un encuentro directo con el virus, antes de salir de tu lugar seguro, te observas aislado en el aislamiento… mientras en otra casa, en otra parte de tu ciudad, en otra parte de tu familia existe un brote de dolor distinto que no cesará hasta que se extinga en esa otredad que siempre fue tuya sin sospecharlo hasta que la sientes a media noche de pronto y sin razón aparente, sacarte del sueño para enfrentarte a la posibilidad de cambiar para siempre tu mundo, tu historia, tu afecto…

“Eventhenigthmares are dreams” (Incluso las pesadillas son sueños) decía un grafiti en un lugar del Caribe mexicano, un lugar en el tiempo cuando soñaba que las cosas cambiarían, cuando tenía la esperanza de que algún día la gente fuera más Gente y menos número, que cuidaríamos las playas y las especies marinas. Soñando que el mundo cambiaría, mi sueño se volvió mi pesadilla y ahora busco la forma de regresar a ese momento, como cuando en tus sueños decides no dejar que pasen las cosas malas y te concentras en cosas buenas.

El cielo está más limpio, los animales cohabitan la tierra, el contacto con las personas se vuelve algo importante, escuchar la voz de alguien querido es más reconfortante que escribirle… y trato de nivelar la balanza entre lo bueno y lo malo, trato de que valgan la pena las tantas pérdidas humanas que llevan la mía entre la corriente de sus cifras…

Tania Gisel Nieto Durán, Atizapán de Zaragoza, Estado de México


Pero entre más lo sueño más lo imagino que la transformación pueda ser posible, ver un mundo donde la humanidad sea capaz de entender que todo tiene un para qué, que lo que hoy vivimos es la prueba necesaria para poder traspasar y regenerar lo que tenga que regenerar, que la manera en que aprendimos hacer las cosas no es necesariamente lo que necesitamos, que ésta pandemia nos deja vulnerables hasta la muerte y hasta la extinción… tal vez…

El aislamiento necesario- obligado, nos lleva a reflexionar e ir a lo más profundo del ser y volver a la pregunta original ¿Quién soy? Pregunta que quizás se tenía resuelta, quienes en lo más próximo del deber ser, transcurría el tiempo en hacer, hacer, hacer, hasta perderse entre el consumo de todo tipo, títulos profesionales, viajes, dinero, casas, autos y obtener el poder sobre las cosas y los demás, mirar pasar el tiempo tan rápido que sin darse cuenta no pudiera disfrutar lo más básico de la existencia: respirar y exhalar…una gran pesadumbre recae sobre la humanidad, un virus llamado COVID-19 que afecta los pulmones y quita la vida por asfixia…

¡Qué gran lección! …Reconocer que estamos frente a la desfragmentación de nuestro espíritu, alma y cuerpo, que si bien, tenemos de dos en este mundo de las posibilidades, seguir en la inanición y esperar el fin o retomar la más profunda reflexión del Ser para encontrar la luz interna que nos haga renacer y resurgir, me gustaría que ésta segunda opción sea el camino a seguir, y citar como estandarte al profeta Isaías (60.1.V.R.V,1960):” Levántate y resplandece porque ha venido tu luz y la gloria de Javé ha venido sobre ti”, esto nos da la señal y esperanza que aún hay tiempo de reaprender ,volver a empezar, levantarnos y no sólo mirar hacia las políticas públicas, los gobiernos, la economía, la educación y las familias; sino antes de atender tales necesidades, es mirar hacia sí mismo, volver a reconstruirnos en lo individual, desde el espíritu, que tomando en cuenta al Creador , puestos en la fe y con sus frutos de bondad y compasión, renazca un nuevo ser humano que reconstruya un tejido social robusto, considerando lo esencial de la vida con amor y autocuidado, reconocerse en el otro como su semejante, convivir, cooperar y comunicarse en el lenguaje de no violencia, que sí bien todo esto puede pensarse utópico, aún ser escéptico al contemplar que “por haberse multiplicado la maldad el amor de muchos se enfriará” como diría el apóstol San Pablo en algunas de sus cartas, y dejarlo sólo en un gran sueño o caer en la desesperanza…opto por imaginar que es posible un ser humano más humano, como diría Lederach (2007) “La capacidad de imaginar algo enraizado en los retos del mundo real pero a la vez capaz de dar a la luz aquello que todavía no existe” por eso vayamos a la acción y práctica.

Contestar a la pregunta de ¿Quién soy yo?, después de la pandemia del 2020, es una gran tarea de todos no cabe duda, y que ojalá así con toda intención de la palabra (Alá quiera) logremos una nueva construcción social llena de fe, esperanza y amor, en dónde la base fundamental sea el AMOR. …La noche cae y escucho ambulancias, así como el dolor y el grito desesperado de los que pierden a los suyos, la tristeza me inunda… mi pluma sigue escribiendo, al mismo tiempo elevo una profunda plegaria y alzando los ojos, medito ésta frase: “todo es posible si puedes creer” todo esto pasará …

Olimpia Hernández Hernández, Texcoco, Estado de México.


Es un nuevo día y con la tacita de café en la mano, casi con pasos de autómata me dirijo a sentarme detrás de la ventana. La mañana tibia me sorprende construyendo otras rutinas y escenarios donde ahora el protagonista soy yo, deduzco entonces, por qué esta situación que vivimos como humanidad hace que aflore en la soledad, el encierro y el silencio relativo de mi conciencia primigenia, esa pregunta que permanecía latente de ¿Quién soy yo?.

La escena se dispone y todo en mí vuelve a viajar por instantes al interior de aquel lugar, paradójicamente nombrado como el Daseinheideggueriano donde puedo percibir libertad y fluidez, donde finalmente Yo, soy el referente y puedo disponerme a disfrutar depurando sentimientos, pensamientos; fortaleciendo y acicalando el derecho de vida que he adquirido en mi condición humana.

No obstante, en esta dimensión propioceptiva me veo también librando batallas entre deseos y emociones, entre sueños e incertidumbres, entre temores y esperanzas, del reto de Ser y Estar o de perder todo súbitamente. Culpo a ese extraño guerrero pandémico, el Covid-19, que ha llegado para regodearse triunfante de aquí a allá, con su poder maquiavélico terminando aleatoriamente con la vida de muchos de quienes hacen parte de la otredad, de pares habitantes de esta nuestra aldea planetaria, causando tal caos que desborda la comprensión de lo que es la complejidad del mundo, de la que hablaran entre otros pensadores, Marshall McLuhan y Edgar Morín.

Aquí, en mi pequeño espacio, la escenografía descrita cambia entonces por momentos. Al estado de ensoñación le sigue una oscuridad que envuelve la escena en la cual veo como mi rostro que antes irradiaba serenidad, fuerza espiritual y confianza, se endurece y se torna nostálgico, triste y apesadumbrado, pero que, en milésimas de segundo me lleva a recorrer el tiempo de la infinitud a la finitud y detenerme en mi proxemia, en el aquí y el ahora, algo así como si llegase de un viaje astral. Retorno a mi cuerpo y constato que la cuarentena obligatoria extendida, sí que lo está esculpiendo en esa forma de cuatro, gracias al ejercicio cotidiano de la virtualidad.

En ese instante, la acción real de la naturaleza irrumpe en escena para sumarse a la situación dramática que me embarga, con sonidos de voces de algunos niños del vecindario que juegan en los balcones de sus casas, voces que se entremezclan con un estridente pero maravilloso, agudo y cantarín sonido de pájaros adornado el azul del cielo con bellos colores. Pensé entonces, si aquello pareciera ser una señal para recordarme que existe un afuera vívido, real, lleno de esperanza por el que hay trabajar y seguir luchando. Lentamente, miro la taza de café y bebo el último sorbo.

Martha Valencia, Jardín Antioquia, Colombia


La espera a cortas bocanadas; una taza de café que comparto, igual que tus palabras y tu silencio.

La ventana de la vida semiabierta, la atención en el detalle. Un trayecto en tren a baja velocidad; muestras de vulnerabilidad.

Nocturno vagabundo de penas e incertidumbres, sediento de luz de estrellas; engarzas cuentas de un mismo glosario.

Queda darle la vuelta completa a la glorieta; reservar para la vida nueva; afianzar la vieja enredadera; echarle un vistazo al aliento.

Tomar prestadas tus palabras, tu fuerza, tus pensamientos, tus anhelos y tu esperanza, para crear juntos un mejor capítulo, más poético, más tierno, mejor articulado, muy pacífico y dialogado.

Que sean nuestras palabras un comienzo para generar y labrar en común nuevos caminos donde se graben huellas de la transformación; cultivar la solidaridad, la aceptación y los cuidados. Espero que las voces de las personas sean escuchadas; que podamos reflexionar sobre lo que nos ha conducido a ver normal lo que nos distancia y ser valientes para continuar en comunidad creando una mejor versión de la humanidad. Leonardo Boff dice que la sociedad no vive sin utopías, sin un sueño de dignidad, de respeto a la vida y a la convivencia pacífica entre personas y pueblos.

Quiero creer que esta experiencia que estamos viviendo podrá hacernos más fuertes, más conscientes y más inspirados; abrazo en el silencio y la soledad; abrazo en lo común las propuestas para un buen vivir en sintonía con los movimientos y la sabiduría de la humanidad y la naturaleza.

Marcela Montero Mendoza, Mérida, Yucatán, México


Un poco de aire. Inhalo más profundo y más lento, ahora todo es así precisamente, pienso otra vez en la necesidad de reconstruirnos en lo individual, desde el espíritu, vuelve la pregunta, ¿quién soy yo?, retorna a mi mente el Daisein de la filosofía, tratando de interpretar lo que ocurre a mi alrededor. Ya falta menos para el encuentro soleado, para esa cita con las calles de Madrid o de cualquier otra entrañable ciudad ruidosa o callada, cuenta regresiva para cumplir esos anhelos…

El sonido de notificación de un nuevo e-mail interrumpe mis cavilaciones; un correo de una amiga con quien mantengo el contacto desde que terminamos aquel Máster. Comienzo a leer con interés, luego de los saludos de rigor y preguntar sobre cómo lo llevo, por la salud de mi familia, comienza un pequeño relato de su experiencia familiar de estos días.

[…] nosotros estamos en general bien,

Las niñas creciendo cada día más, el otro día tuve una conversación con Anny: “¿Te digo qué es lo que más me gusta?, !Que podamos ordenar a nuestra casa comidita, pizza y helado!, !Ah! ¡También me agrada que papá nos cuide! Ari y yo estamos muy felices con él tooooodo el día! !Uy mamá, es muy divertido que nos haga hotcakes en forma de cerditos! !Déjame decirte más mami! También me gusta que no tengo que ir al kínder ni despertarme tempranito. Pero… bueno mamá, también extraño a mi amiga Minerva, ¿tú crees que ella se acuerde de mí?” -me preguntó, mientras baja la mirada ya con voz menos entusiasmada. Olvidó rápidamente la conversación y volvió a sus juegos con su hermana, quien con año y medio de vida no da muestras de echar de menos las salidas al parque ni las visitas a los abuelos, y más allá de las rabietas que hace cuando quiere monopolizar el teléfono en una video llamada y de ser protagonista de los embelesos de toda la familia cuando mandamos un video con sus ocurrencias o travesuras, pasa los días con absoluta normalidad y entusiasmo.

Hugo, por su parte, con su carácter afable y paciente, ha sido mi equilibrio en medio de todo el caos que más de una vez me ha llevado a romper en llanto, “tú tranquila, verás cómo pasa todo muy rápido”, o “estamos juntos, qué más podemos pedir”. Ha mejorado notablemente preparando hotcakes, ya le salen más redonditos y cada vez menos en forma de “cerditos”, aunque no estoy segura que Anny vea esto como algo positivo. Él inventa los más ingeniosos juegos para las niñas y me sorprende su tranquilidad y paciencia. Hace un par de días puso las sillas del coche en fila en el suelo; les armó una pequeña maleta y les puso una grabación a todo volumen de instrucciones de seguridad durante el vuelo, ellas estaban encantadas imaginando un viaje en avión, ahora se ha vuelto uno de sus juegos favoritos.

Pero también sé que en el fondo tiene miedo de perdernos, de que ese enemigo invisible del que a todas horas nos hablan se meta a su cuerpo y no nos pueda volver a ver, ni siquiera para despedirse. Al estar dentro de la población de riesgo por su enfermedad, ha tomado ciertas precauciones además del confinamiento. Hace unos días me dijo dónde guardó la lista de sus contraseñas bancarias, los documentos de seguros y una lista donde me pone al día de sus negocios y compromisos, me dijo que no quisiera dejarme con alguna complicación grave en caso de que se contagie y no sobreviva. Desde que comenzó todo este caos no me había sentido más angustiada, la sola idea de que eso suceda es aterradora y el hecho de tener que salir diariamente a mi trabajo, considerado como esencial, tratando de prevenir un riesgo, con una frenética compulsión por la higiene o no poder abrazarlos hasta que no cumplo con todo el ritual de ingreso a casa, vuelve muy difícil no perder la calma.

También es verdad que algo o mucho tenemos que aprender como humanidad, las cosas no pueden seguir igual, y en medio del agobio, el miedo y la desesperación, las más bellas muestras de generosidad y amor han salido a flote en estos días. Eso me devuelve la fe y la confianza.

El otro día al volver a casa le conté a Hugo que un chico que fue mi alumno hace algunos años se organizó con sus amistades para reunir comida para personas sin trabajo ni ingresos, preguntaba en sus redes sociales si alguien estaba en esa situación para acudir a llevarles algo de apoyo, yo atiendo en mi trabajo a familias con mucha necesidad, así que nos coordinamos para llevar lo que se había reunido, no puedo ni describir lo que me conmueve la gran voluntad de ese chico y sus amistades, compartiendo lo que tampoco les sobra, haciendo un esfuerzo para que alguien más tenga que comer mientras vuelve a salir a trabajar. No puedo dejar de agradecer a la vida por la suerte de poder alimentar a mi familia y de tener lo necesario para no padecer carencias, aún en medio de las dificultades que también hemos atravesado económicamente. (Familia Hernández Vázquez, Zacatecas, México)

Al otro día recibo una llamada de una amiga que me relata lo que está viviendo, me cuenta:

Sabes, muy temprano se escucha el sonido de las hélices del helicóptero que durante las últimas semanas sobrevuela la cuidad, invitando a la población a permanecer en sus hogares, las calles céntricas han sido cerradas temporalmente al igual que los comercios cuyo giro no representa cubrir necesidades básicas para las familias.

Pensar que muchas actividades han cambiado, que ahora la educación será a distancia, al menos mientras dure la contingencia, que no es posible escuchar las risas de los alumnos, sus juegos, sus comentarios, sus palabras al despedirme de ellos “!cuídate mucho¡” “¡que te vaya bien”!, esas palabras que tocan lo más profundo de mi ser porque vienen desde el corazón, sentir sus abrazos no será ya posible y eso provoca en mí una sensación de nostalgia.

A veces veo las noticias en la televisión, en donde se informa que los habitantes de diversas comunidades se han levantado en contra de las autoridades, oponiéndose a la sanitización de algunos espacios públicos en las poblaciones, guiados por noticias falsas, desafortunadamente se ha esparcido la información que el gobierno está propiciando la diseminación del virus mortal…que tristeza que ante tal acontecimiento se esté generando una batalla campal, solo porque alguien sin compasión decidió jugar con la mente y la salud de sus semejantes…

También a veces me siento triste que como seres humanos estemos divididos, que una parte de la población se sujeta a las indicaciones de las autoridades, procura el auto-cuidado y cuidado del otro, muestra solidaridad creando grupos de apoyo emocional, compartiendo productos de la canasta básica a quienes tienen carencia, permaneciendo en confinamiento; mientras la otra parte se muestre escéptica, que no seamos empáticos, que no sepamos ejercer la comunicación no violenta. Aunque mi voz interior me dice que debo confiar y creer que TODO TIENE UN PROPÓSITO y TODO TIENE SU TIEMPO…tiempo de nacer, y tiempo de morir…tiempo de plantar…tiempo de edificar, tiempo de reír y tiempo de llorar. (Eclesiastés 3:1-15).

Y entonces me preguntó: ¿Será qué este tiempo de confinamiento nos permitirá verdaderamente reflexionar sobre nuestro hacer y nuestro deber ser?…

Y llega a mí una luz de esperanza, resurge en mi mente al escuchar la voz de Natalia: “mamá recuerda que no debes salir eres vulnerable, nosotros podemos hacer las compras”. Recordar que no estamos solos, que juntos somos más fuertes, que desde lejos podemos estar unidos, siendo solidarios, empáticos y que pronto podremos abrazarnos nuevamente, conversar, tomarnos ese café que está pendiente… Por cierto, cuando termine esto vamos a tomar uno, y así termina la llamada.

Sol Alcántar Miranda, Atlacomulco de Fabela Estado de México, México


Ante tal propuesta volteo a ver el calendario y me doy cuenta que voy en el día 46 de Aislamiento… cada vez menos gente cree que es una medida política o económica… Han empezado a aceptarlo a raíz de los mensajes de gente conocida que ha fallecido a causa del COVID-19, veo una entrevista que hace la televisión de un día de rutina, y la persona relata:

-Me levanto y empiezo con mi rutina de aislamiento: ejercicios de respiración profunda y meditación, eso me mantiene presente en el aquí y en el ahora como dice EckhartTolle, viviendo un día a la vez, como los Alcohólicos Anónimos; un poco de ejercicio físico; preparo jugo de naranja con limón para mis padres, mis vecinos, son parte de un grupo vulnerable: adultos mayores, con sobre peso, presión arterial alta y mi mami, además, problema crónico de los bronquios, son mis vecinos, con cubre bocas y guantes voy a entregárselo y aprovecho para verlos y conversar con ellos, de lejos, un poco de todo.

Papá ha tenido tiempo de pensar mucho y cuatro días seguidos hemos platicado de sus preocupaciones: la empresa que tiene que ha estado sin funcionar y teme cerrarla definitivamente después de la cuarentena, piensa en los empleados, qué hacer si se enferman, a dónde acudir, dice que lo más seguro es que en el sistema de salud no quieran atenderlos por ser gente mayor, hablamos de la probabilidad de mis hijos por quedarse sin trabajo o porque les van a disminuir sus sueldos… A veces, me resulta imposible no caer en ansiedad, en depresión o romper en lágrimas, pero enfrente de ellos no lo he hecho… Me gustó que les dije que son gente de fe, que es el momento de hablar con Dios y ponerse en sus manos, con la seguridad de que Él sabrá qué es lo mejor para ellos, abandonarse en sus brazos. Se quedaron más tranquilos.

Pero cuando llegué a casa, rompí en llanto y justo eso hice, respiré profundo, me senté y empecé a meditar nuevamente… hablé con Dios, le dije que no podíamos cargar con esa preocupación, que teníamos que atender lo

controlable, lo terrenal, todo lo de la pandemia es imposible controlar por nosotros, que por favor nos ayudara. No hablé con él por mí, ni por mis papás solamente, le pedí ayuda por todos, por la humanidad. A pesar de tener los ojos cerrados, sentí una presencia tibia, casi calientita, muy luminosa, a mi lado izquierdo que me envolvía, no me dio miedo, sentí su amor y pude confiar totalmente en Él.

A partir de ese día, estoy confiada, segura que Él nos ayuda con esta pesada carga, y así se lo he hecho saber a mis papás, hermanas, hijos, amigas y amigos, no sé si ellos lo sientan así, pero lo que percibo es más tranquilidad en el ambiente, cierto es que cada uno mira al mundo dependiendo de cómo se encuentre, y por el momento, me siento más serena, segura de que esta situación nos está limpiando como seres humanos, convirtiéndonos mejores personas.

Terminando de ver la entrevista pienso que todos hablaremos de lo que haremos cuando termine el aislamiento, por eso confío en que nos abrazaremos, nos miraremos con ojos más amables, llenos de amor, nos dedicaremos más tiempo, y cuando platiquemos nos miraremos a los ojos, no nos distraerá el celular, nos escucharemos con más atención y amor. Nos valoraremos más, sí, volveremos más humanos, más hermanos.

Verónica Vargas Jiménez, Toluca, Estado de México


Como en La ventana indiscreta de Hitchcock, veo la ciudad a lo lejos desde las afueras. El suspenso del paisaje citadino está en las historias de conocidos y desconocidos que desde sus espacios reconfiguran sus rutinas de vida cada día, sus esperanzas cada hora y sus miedos cada minuto, historias de angustia y desazón, de esperanza y superación que se mezclan con el horizonte de montañas y edificios.

Mientras quito malezas de una pequeña huerta resulta imposible negar mi condición biológica en tiempos del Covid 19, comparando mi vida con el micro cosmos que representa ese pequeño pedazo de tierra. Tomo distancia de los ideales de la mente para poder ver al humano como lo que es, una especie más en este planeta. La vulnerabilidad de las plantas ante los ataques de hongos y otros organismos me hace pensar en eso que idealizamos en la naturaleza, el equilibrio. Y así, cada día de cuarentena abono las plantas con disertaciones entre muchos ideales humanos, constructos de vidas deseables que requieren un trabajo constante. Buscando ese equilibrio que nos permita una supervivencia placentera. Entonces, al caer la penumbra, y viendo las luces de la ciudad encenderse, me doy cuenta que de alguna manera iluminaremos la noche, pero la luz del día siempre pertenecerá al Sol.

Álvaro Isaac Valencia, Medellín, Colombia


Un nuevo despertar, un nuevo amanece, un nuevo comienzo, hoy he decidido modificar mi actitud, mis pensamientos, mi hacer, mi ser; basta de preocupación, tristezas, miedo, siempre me han dicho que crea en Dios, que confié, que todo lo ponga en sus manos y entonces ¿a qué es el miedo? ¿A la enfermedad? Es

mejor poner acción esa alimentación saludable, amistosa con la tierra que me ha regalado después del periodo de cosecha, rica en sabores, nutrientes, colores y formas.

El agua que en abundancia llena mi cuerpo y le permite seguir funcionando hidratando cada célula que lo conforma. El aire, que inunda mis pulmones y me recuerda con cada inhalación qué estoy aquí y con cada exhalación, suelto lo que no me pertenece. ¿Miedo a la muerte? ¿La mía, la de mi gente? ¿Por qué? Si yo sé que la vida sigue y sigue, que este es un paso, que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Indiscutiblemente los que amo, los amaré siempre en cuerpo, en alma, más allá del tiempo, de las formas, de los espacios, juntos, siempre juntos. Aunque las miradas no se crucen, aunque nuestras manos no se toquen, nuestras almas se abrazan y disfrutan la vida, más allá de esta vida.

No debo seguir cargando con preocupaciones, con resultados del actuar de cada uno, que de solo pensar en la irresponsabilidad, la inconsciencia con sus cuerpos, con la tierra, con sus relaciones, sus decisiones, me asfixian y corroen mi corazón, así que mejor hago oración, por ti, por mí, por todos, disfruto cada momento de este día, cada respiración, cada olor, cada sabor, cada sensación, hoy un día distinto, mientras por la ventana elijo ver el atardecer, mientras el día termina y pinto en mi lienzo la paz, la tranquilidad en colores rojos, naranjas y morados. Cada vez menos luz, cada vez menos día, pero aún en la obscuridad de la noche la luna nos ilumina y yo tranquila en paz, porque sé que esto, esto también pasara y tendremos la oportunidad de demostrar que esto no fue un encierro, si uno una oportunidad de ver adentro, muy adentro, para encontrar la brújula, el horizonte y volver a sentir nuestro propio corazón.

Catalina Balderas, Cuautitlán, Estado de México, México


Son las 7 de la mañana, me despierto y automáticamente, como siempre lo solía hacer, enciendo la radio, es hora de retomar las noticias, veamos qué hay de nuevo. “Ya nada será igual, todo cambiará y será diferente después de la ‘cuarentena’” [que ya tiene más de 50 días], así lo señalan los políticos, los gobernantes que día a día van pensando cómo debemos de actuar después de la pandemia, cómo debe de ser la reactivación económica, qué se debe de hacer para recuperar el crecimiento económico, uff, sólo de escucharlos pienso que nada hemos aprendido de esta pandemia, volveremos a lo mismo.

Decido buscar otras noticias por otros medios, que me permitan conocer cómo la están pasando en otros países, otras localidades y me encuentro que en mucho lugares de esta Tierra nuestra, hay miles de familias, o quizás millones de familias, que no pueden hacer cuarentena, porque viven del día a día, que si no salen a trabajar vendiendo lo que sea, no podrán comer, a pesar de los benditos bonos económicos anunciados que tarde o nunca llegan y por si esto fuera poco, son tildadas de personas inconscientes, que no respetan las normas de confinamiento, pero si tan sólo se pusieran en su lugar.

“Niños caminan horas para encontrar una señal de radio y puedan escuchar su clase a distancia”, noticia dada como un magnífico ejemplo de esfuerzo y

perseverancia que hay que aplaudir, o de maestros que con toda la vocación del mundo llevan los libros y materiales a sus estudiantes de las zonas rurales más alejadas.

“Madre de familia ruega a las autoridades que puedan atender a su hijo que se ha quedado sin medicinas y no puede comprarlas por falta de dinero”, una y mil veces historias que se repiten en los telediarios, los narradores de noticia hacen el llamado a las autoridades para que escuchen a la ‘pobre mujer’.

¡¡¡Pero qué les pasa!!! Estas cosas no deberían de pasar, si realmente creemos que ya nada será igual, debemos de cambiar estas situaciones de desigualdad e injusticia, cambiar desde dentro. A veces pienso que es un imposible, pero quiero creer que no es así.

El sonido del teléfono me distrae de mis pensamientos y reacciones ante tanta noticia desalentadora, es mi prima y lo primero que me dices es “Quela, mi madre se ha recuperado”, y no para de llorar, pero es un llanto distinto, es un llanto de alegría, de esperanza, de vida.

Sí, ya nada será igual, porque en adelante viviré con intensidad lo que venía pensando en este encierro, viviré en el aquí y ahora, abrazaré con intensidad, amaré con locura, insistiré en cambiarlo todo desde dentro, ha sido una mañana intensa.

Raquel Reynoso Rosales, Lima, Perú


Pasan las horas y entre pendientes, reuniones virtuales, talleres a distancia, el mundo allá afuera sigue girando, siguen las críticas al gobierno, a quienes salen para buscar qué comer; siguen las exigencias para ser “productivos/as” en este tiempo de encierro; siguen las acciones solidarias; siguen los datos científicos que mucha gente no cree; sigue la vida… la vida sigue, con todas sus particularidades y rarezas; pero cada vez me siento más ajena a él.

Cae la noche y el cansancio físico se hace presente invitándome a ir a la cama;

La desesperanza visita mi mente mientras me preparo para dormir. Preguntas sobre el futuro ¿qué pasará cuando salgamos?, ¿cómo nos vincularemos ahora?, ¿qué actividades podremos retomar o cuáles no?; preguntas sobre el presente ¿qué estoy aprendiendo de todo esto?, ¿tengo que aprender algo?,

¿qué hago con lo que siento?; preguntas sobre mi pasado ¿qué hice o hicimos mal?, ¿qué pudimos haber hecho diferente?, ¿me arrepiento de algo?, ¿pude haber aprovechado mejor mis circunstancias?… todas ellas revolotean por mi habitación, impiden que mis ojos se cierren por completo… transcurren así, un par de horas y nadie cambia.

El sonido del tren a media noche, me distrae de mis pensamientos, ese sonido estruendoso y metálico que le caracteriza, su paso hace retumbar toda la casa y resonar las ventanas… ¿hace cuánto tiempo que no me percato de todo lo que genera a su paso?, me acostumbré tanto a su compañía que dejé de percibirla, será que así nos estaba pasando previo al COVID-19 y éste nos hizo re- plantarnos nuestras cotidianidades, invitándonos a construir nuevas realidades… creo que las preguntas seguirán siendo parte de mis días y noches pase lo que pase, me tocará aprender a vivir con ellas, tengan o no respuesta, ZzZzZzZzZzZzZzZzZzZzZzZzZz…

Daniela Leal Vicencio, Pátzcuaro, México


Al otro día continuó reflexionando que ya han pasado 80 días de cuarentena… Increíble haber parado del día a la noche, iniciamos el esperado año 2020 con tantos objetivos y sueños por cumplir… fomentando y priorizando la parte económica para nuestra realización personal….y después nos dimos cuenta que podíamos quedarnos en la casa más de dos meses y medio… todo paso a ser secundario no hubo otra prioridad más que nuestra salud y la de nuestras familias. Fue duro… difícil perder esa libertad de acción pero a la vez creo que el encierro, tuvo su lado positivo…Tanto para los animales como para la naturaleza y puedo deducir que este virus solo llegó para demostrar que no somos invencibles como raza humana, que nuestra debilidad principal se encuentra en la falta de cuidado colectivo. Es así, mientras no aprendamos a convivir entre nosotros y a cuidar de nuestro entorno, viviendo en reconciliación con la naturaleza, es imposible plantear y hablar de cambios. Nuestra visión debe ir más allá de la vida humana, pensar en todos los otros seres vivos que son dueños también de este planeta.

Esto es una fuerte llamada de atención… por el ritmo acelerado en el que vivimos, el consumismo masivo que nos destruye, y debemos buscar nuestro punto de apoyo para avanzar como sociedad y auto educarnos dentro de la responsabilidad afectiva y el cuidado mutuo y amar cada día más, lo que naturaleza nos ofrece.

Esta pandemia global que atravesó fronteras de límite territorial y, exigió un aislamiento casi total, en unidades familiares, nos enseña y obliga a afrontar la crisis respetando las orientaciones siendo lo principal la salud condición necesaria para cualquier otra.

María del Pilar Sánchez Bareiro – Asunción – Paraguay Deisy Arce Díaz – Capiatá – Paraguay


Entonces decido comenzar a escribir una historia que me cuenta mi vecina de cómo lo está viviendo:

Tiempo, espacio, todo es ahora algo que muchos miden, mientras yo, observo, escucho y me sumerjo en la burbuja de quien siempre ha vivido así, Mario mi nieto, es un niño con parálisis cerebral y espectro autista: su mundo, uno que ahora es el nuestro, en aislamiento, en nuestra versión de realidad, en lo que queremos llamar felicidad, observo, y en vez de pensar en la catástrofe económica o número de pacientes, me voy a esa burbuja donde él vive, y voy creando un mundo donde los humanos reaprendimos a serlo, donde comprendimos que el amor y la paz, son la base de la libertad, de la realización de nuestros sueños, observo, escribo, ésta es la oportunidad de recuperar la unión, la plática cara a cara, de pensar en las necesidades de los demás, la oportunidad de hacer lo que por falta de tiempo no hacíamos, convivir con los que nos toca estar, hablar de sus metas, miedos y preocupaciones, retomar nuestra unión como familia, demostrar el amor que nos tenemos, observo, y una vez más me voy al mundo de Mario, de paz, de su realidad, de su forma de pasar el tiempo y pienso, hoy me toca estar en su lugar, en silencio, viviendo una realidad que no elegí, mirando, sintiendo lo que me satisface y me hace sonreír, sin hablar, solo observar y oír, aprender y seguir; observo , sé que es feliz, me lo dicen sus ojos, me lo dice su sonrisa y ante tal ejemplo, cómo desistir?

Observo, desaprendo, reinvento, reconstruyo, el mundo y mi adentro.

Tiempo, espacio, observo, aprendo, muchos se irán, algunos quedaremos, en la realidad que nos inventemos.

Hay un mañana, tal vez incierto, pero prefiero pensar que la esperanza no ha muerto.

Hay un mañana, y seremos mejores, pues todo es aprendizaje en este caminar lento.

Hay un mañana, observo y pienso, cuanto no hice y hoy cuanto he hecho.

Sahara Nidia Canto Rejón (Tizimín Yucatán México)


Hoy, a pesar de las circunstancias, Soy Feliz, ver a mi Madre fuerte, sonriente friolenta, por qué ha dejado momentáneamente su pueblo, caluroso muy caluroso por cierto, y llega a casa, dónde primicia un clima para mí por demás agradable, 18° centígrados, para Ella, frío total, siento un ligero rechazo de acercamiento, le Sonrío y digo, bienvenida Madre mía, aquí no hay virus, hemos tenido cuidado de no traerlo, y no creo que tú lo tengas, sonríe abiertamente y me abraza, sucede igual con mi hermana, el temor conscientemente reflejado en su mirada, expresa, que tal que en el camino me contagie y me abraza fuertemente, bajo la mirada y veo unos enormes ojos brillando bajo esa careta de plástico, evoco la sonrisa que hoy esta protegida, además por un cubre bocas, y fuertemente dice, tía dicen que aquí donde vives hay mucho coronavirus, pero mira estoy bien protegido, sonriente respondo a ese vivaracho niño, sobrino mío, quizá este afuera ese virus, aquí dentro estamos seguros…Si tía me responde emocionado quitándose la careta.

Sin duda es el temor de todos, encontrarse con alguien que pudiera contagiarnos, sin duda esa armonía que creímos tener se ha roto, pero hay algo que tenemos todavía, el amor, el amor que sentimos uno al otro.

Hoy hay algarabía mis hijos emocionados saludan a su abuela, te vez muy bien Mamá Mary, que bueno que ya están aquí, ¿trajeron mangos? Ya es el tiempo, dijo mi Mamá que nosotros iríamos para allá, pero mira, nada nuevo, aquí estamos encerrados, mi mamá exagera, no nos deja ni asomar la nariz para afuera…Muy seria su abuela les responde, es lo mejor, o quieren estar enfermos, yo vine porque no tengo de otra.

Hoy, doy Gracias a la vida, por lo que tengo, por lo que vivo, por que aún y cuando las circunstancias son adversas puedo ver, sentir, oír, escuchar a quienes más quiero…Agradezco porque aún y cuando los rumores de que aquí, donde yo vivo es más latente el peligro, hoy…estoy con quienes más quiero

Clemencia Lara Santos, Tizayuca Hidalgo, México


¿Cómo agradecer a la vida y la Cuarentena? Que me permite pasar tiempo con mi bella Madre…dónde vienen a mi mente recuerdos que compartíamos a la hora de comer, las pláticas inmensas que no tenían fin…La preparación de un rico pastel (motivo estar juntos)…

El tiempo cambia y uno crece las tardes interminables poco a poco se van acabando por los ritmos y compromisos de todos; ahora que tengo la oportunidad de disfrutar y preparar los alimentos, sin prisa, el café por las mañana, la sobremesa por la tarde, y repartir los deberes de la casa son rutinas que de algún modo se hacían por hacerlas; ahora las hacemos juntos: cantamos, bailamos, reímos y lloramos por todo lo hermoso de la otra cara de la Pandemia.

Los recuerdos de mis Padres fuertes como un roble solo son recuerdos ya que ahora son frágiles como el cristal y tenerlos conmigo cuidándolos me hace vivir y agradecer cada día por estar en el aquí y el ahora…

Los pensamientos negativos no nos aturden, me fortalece las pláticas con Dios; por las tarde nos sentamos a rezar y pedir por toda la humanidad que todo esto se acabe para que todas las familias tengan sentimientos de bondad, amor y solidaridad por todas las personas que están sufriendo; sólo escucho su voz diciéndome todo pasará vamos a estar bien, ayudemos al prójimo…

Gracias Mamá por estar conmigo y seguir fomentando ese gran amor a nuestra familia y a Dios, porque traes paz a mi corazón a mi mente, porque con sólo escucharte, la vida por muy dura que sea contigo es de colores, colores fuertes y colores pastel; ¡Ah! Vuelvo a ser niña a tú lado…

Verónica Robles Morales, Iztapalapa, Ciudad de México


Al otro día reflexiono sobre las coincidencias hacen milagros (DeepakChopra), identificarlas en un mundo de sucesos es lo valioso, nos hace más humanos más sensibles, más en conexión.

Y no faltará el padre en esta historia, coincidir con mi padre 70 días ya en este encierro, es parte de lo mucho que agradezco.

Parar, lo necesitábamos, lo necesitaba, necesitaba parar, conectar, reinventar, renovar, cambiar, mi bolso ha cambiado y yo lo he cambiado, es más ligero…está feliz, sólo lleva lo necesario, no cartera, no pinturas, no tarjetas, sólo llaves, gel antibacterial, toallitas y agarrado a mi mano. Mi corazón ha cambiado, está más ligero, viviendo los procesos con calma, para sentir mi respiración, viviendo los procesos de la cotidianidad como oportunidades para crecer.

Día 61, COVID-19, con mi padre 2 a.m labios morados, evidente falta de oxígeno!!! En tiempos de COVID-19 no es posible ingresarlo a un hospital, lo pones en riesgo me decía a mi misma, desesperante situación llamar a hospitales y la respuesta inmediata es COVID-19, se pondrán en cuarentena

familiares y lo internaremos. Mi respuesta, respirar, transformar, esperar…mi padre reaccionó al agua, masajes, amor y oración, y hoy me llena de alegría su simpleza para divertirse, cantar y hacer bromas a sus 89 años, su reporte diario de la llegada de los pájaros y de cómo interactúan entre ellos, de cómo dice: “avisan que ya no tienen alpiste tirando su platito”, todo esto me da esperanza…

Mercedes Lorena Pérez Morga, Oaxaca México


Es un nuevo día y me acerco a la ventana pero esta vez corro la puerta de vidrio que da acceso a un pequeño balcón y me paro allí para recibir los rayos tibios del sol. Es un día hermoso y el sol me energiza. Es un modo de salir estando en casa. Miro la calle vacía y veo pasar algunos carros y buses en la avenida principal. Sí, esa tranquilidad era necesaria y me sigo preguntando qué tanto cambiaremos cuanto todo se normalice.

Es gratificante saber que muchos contagiados se recuperan, es doloroso saber que otros fallecen. Es indignante saber que varios médicos y enfermeras han sido maltratados, amenazados o rechazados en los edificios donde viven, en los buses, por la calle, porque piensan que están contagiados. Pero cuando empezó todo los aplaudían por su entrega y largas horas de atención a los enfermos en los hospitales. ¿Cómo se puede cambiar de actitud con el paso de los días?- me pregunto. ¿Será diferente cuando todo acabe?

Recuerdo el día de ayer, el silencio fue roto por un grupo de mariachis en la calle, tocando sus rancheras, ofreciendo canciones a los habitantes de los apartamentos de los varios edificios que forman la calle. Trajeron alegría y muchos residentes en los edificios se entusiasmaron tirando desde sus balcones dinero envuelto en hojas de papel donde escribían el nombre de canciones para dedicar a sus parejas o hijas. Fue un rato agradable. La gente reinventándose, la gente siendo solidaria. Así somos…

Quiero llenar mi mente de todo lo bueno en este tiempo, en la esperanza que continuará y se dará el cambio. Recuerdo grupos de jóvenes recogiendo alimentos para llevar a barrios vulnerables, gente creativa emprendiendo nuevas maneras de obtener ingresos, familias ayudando a otras, empresarios colaborando con sus empleados para que lleven el sustento a sus casas, arrendadores dando plazo a sus arrendatarios para pagar la renta, músicos ofreciendo conciertos para animar a la gente. Sí, hay esperanza…

Volveré al balcón de nuevo, me llenaré de nuevas energías, le pediré al Dios del Universo que nos haga gente solidaria, creativa, sensible, que haya más puentes en vez de barreras, que la paz nos circunde con la presencia de la justicia, la tolerancia y el amor ágape que nos acoge sin exclusiones… ¡El sol brillará de nuevo!

Alba Luz Arrieta Cabrales, Bogotá, Colombia


Los días pasan y una tarde las lágrimas brotan sin avisar, como un arcoíris con sus colores, que aparece con fuerza un segundo y se desvanece al siguiente.

La primera lágrima queda atascada en el lacrimal. Es una lágrima de dolor al saber que los pulmones de Emi se han secado y no volverán a bombear oxígeno, no sin un milagro. ¿Cómo será volver al colegio y no recibir su alegría y jovialidad que todo lo inunda?

Una segunda lágrima aborda la primera. Esta es de tristeza, pensando en mi amiga Ana (y tantos otros) que, con la suspensión de todos los conciertos, se ve sin ingresos y sin saber cómo conseguirlos para pagar el alquiler y el alimento de su hijo.

Tras momentos de calma, aflora una lágrima de desesperanza comprobando que hay una parte de la humanidad que quiere sacar provecho del caos, de la desgracia, de la enfermedad y de la muerte. Políticos que se lanzan a destruir la paz y la cordura con sus mentiras y su propagación del odio. Empresarios que aumentan los precios de los productos sanitarios más necesarios. Jefes que abusan de sus empleados y les obligan a poner en riesgo su vida… La lágrima se ve atropellada por otra que brotó con fuerza y llegó a la comisura de los labios antes de lo esperado. Es la de la incertidumbre, que aparece acompañada de decenas de preguntas ya escritas en estas páginas, con una, coronando la cima, y un matiz: ¿Quién soy yo para mí? ¿Cómo es posible que parado el mundo, y rodeada de lo que más quiero, el estrés y la ansiedad sigan ahí?

El hallazgo de ese pensamiento me llena de esperanza, la solución está en mí, no importa el exterior, lo que importa es lo que yo hago con lo que me sucede. Y de repente, me invade lo positivo y las lágrimas fluyen ahora sin restricción, porque estas no hay que aguantárselas. Son las del amorque toma su primer merecido puesto en mi vida a través de la bella sonrisa de Leo, de las deliciosas caricias de Andrés, de los momentos gloriosos en familia, tanto en Colombia, como en España, de los ratos de risas con mis amigos, del entusiasmo y las ganas de aprender que muestran mis alumnos, de la fortaleza y la alegría de Dulce (¡qué ser tan hermoso!), de los aplausos del público, de la belleza incomparable del arte al que me dedico en cuerpo y alma, la música.

Un virus ha venido para recordarnos nuestra insignificancia, pero nosotros tenemos el poder de mostrar nuestra grandeza. Siempre construyendo, nunca destruyendo.

Leticia Hernández, España


Aunque es bien sabido que no podemos destruir una “familia” para construir otra, hay que aprender a restaurar lo que por años el hombre ha destruido. Porque todos estos años, la gran mayoría de los seres humanos hemos vivido como si fuéramos los dueños de este planeta, destruyendo todo a nuestro paso, sin importar los demás seres que aquí habitan y desde luego nuestros semejantes, nunca nos hemos detenido a pensar en los demás. Siempre sumergidos en nuestra vida y nuestras propias banalidades, viviendo sin darle algún sentido a nuestras vidas y de repente como una tormenta sin avisar, nos golpea una pandemia, que nos mantienen aislados del mundo exterior por tiempo indefinido. Sin poder hacer nuestra vida como estamos acostumbrados, nos impide salir de casa a realizar actividades recreativas, sin poder visitar o reunirnos con nuestros afectos.

Ahora todo lo hacemos mediante la tecnología (teléfonos, tabletas o computadoras), y es aquí cuando hemos podido reflexionar sobre lo que realmente importa y espero que estemos aprendiendo el valor de la simplicidad de las cosas. En definitiva este virus debe hacernos mejores personas y poder lograr nuestra grandeza, convertirnos en personas honestas, sinceras, con valores humanos y gestos que sirvan de ejemplo a los demás. 

Así la pandemia no habrá pasado en vano, porque nos habrá servido para convertirnos en personas más modestas y sencillas, capaces de respetar a las personas que nos rodean, logrando así poder vivir en armonía y en paz. Tal vez mis expectativas son demasiado altas y al terminar esta pesadilla todo siga igual pero realmente espero nos deje una gran lección y aprendizaje, y nos volvamos mejores personas de lo que éramos antes de todo este caos, este es mi más grande anhelo. 

Tania RosadoTabasco, Yucatán, México


Hablando de la tecnología justo en la televisión pasan la noticia de cómo una docente se entera y vive el confinamiento:

Una hermosa mañana me despierto, doy gracias por un día más de vida y poder asistir al trabajo fue el día viernes 20 de marzo lo recuerdo bien, de repente una llamada entro a mi celular, ahí palpito y se aceleró mi corazón, diciendo no podrás venir al trabajo quedan suspendidas las actividades tanto docentes y alumnos, la orden fue masiva a nivel República Mexicana, mi corazón se detuvo, por un instante, prendí el televisor vi las noticias alertando a las personas, niños, adultos de la tercera edad la Noticia era de no salir se propago una Pandemia, escuche recomendaciones, me asomo desde mi ventana veo la calle vacía me invadió una gran tristeza, con ella la incertidumbre y una pregunta.

¿Qué paso con la gente que se queda encasa? , mi teléfono no paraba de sonar pues ciertamente soy docente querían respuestas, ¿qué se hace en estos casos? Las personas no comprenden que el tiempo trascurre como una brisa, pasa y susurrando a mi oído, viene otra pregunta cómo estrella fugaz ¿Que es el coronavirus? Muchos alumnos y personas no saben. Siento una gran tristeza mis emociones están encontradas, el insomnio me consume, las redes sociales saturadas de noticias que alarman, todo por el Covid- 19 personas miles centenares fallecidas sin ser sepultadas, cremadas, sin ser lloradas.

Solo sé que este virus se propaga interconectado como un viajero vertiginoso, que llega de visita a su casa y se instala, propagando miedo y ambulando como si nada.

Qué ironía de la vida pobres, ricos, religiosos, políticos, razas, credos, no son inmunes a este virus, mientras luchando contra esta pandemia aquí en mi casa encerrada la tele mi compañía, la computadora mi gran amiga mis lágrimas como perlas brillantes rondan alpiso cual cristalinas, reflejan un alma vacía, entendí que no hay más grande y hermoso regalo que la vida es un novio o novia vestido de gala.

Si entendiéramos que el ser humano vino a vivir, a brillar, amar, a ser feliz, olvidando venganzas, guerras, violencias, y al mirar al otro ser, entender, ver con los ojos y el corazón que somos almas buenas, tocando abrazando, al ser, al amigo, pedir un deseo de sanar la Tierra, oír como miles de voces cantan en los balcones, uniendo un clamor de esperanza y llorar lamentar las muertes perdidas, se abrazaron uniendo cuerpos sin importar quién y quienes eran solo pidiendo una nueva oportunidad de vida, renacer como un ave Fénix, y darse la oportunidad de ser mejores, nos dimos cuenta que el virus era el mismo hombre, deseo salir ser libre, abrazar rezar, orar, cantar, bailar, estudiar, trabajar, compartir con mis hijos, amigos, familia sin miedo a un virus que mata. Clemencia solo una oportunidad más vida Sana y salva mi Tierra.

Reyna Carrillo, Estado de México


El 2 de abril de 2020, cumplí 50 años, desde hace dos años siempre pensé que mis cincuenta serían un parteaguas en mi vida, y lo ha sido, no sólo por la pandemia, sino porque desde elinicio del año ha estado lleno de bendiciones y sorpresas, sería una mentira negar que en algún momento tuve miedo por el virus, claro que lo tuve y por unos días casi me hace presa, arañó mis sentidos y razón, desde ese momento entendí que es muy sencillo quebrar el alma.

En estos días de tanta información acerca de la contingencia, decidí compartir mensajes de paz, tranquilidad, seguridad y amor, en convertirme en la sonrisa de las personas amadas, en ser el recuerdo grato, tengo la convicción de que cada ser humano está enfrentando estos momentos con las herramientas emocionales, espirituales, racionales y económicas que tiene, ninguna historia es para criticar, sino más bien para empatizar.

Recordé la frase de una película de Pedro Infante –no recuerdo en este momento como se llama- “ni tal altas las trancas ni tan alto el brinco- la vida sigue avanzando, estoy agradecida con mi Dios, tengo salud, una familia maravillosa, un hogar acompañado de una casa, dones para compartir, un trabajo donde no he dejado de percibir un salario por realizar lo que amo, amistades entrañables; con tanta incertidumbre navegando entre nosotros, sólo puedo decir que Dios grande y generoso conmigo, seguramente tú que me lees, también lo es contigo, de manera diferente, igual o mejor.

Sólo observa por un momento tu vida, tal vez no sea lo que querías, porque seguramente es mejor. Espero pasemos esta crisis con gran fe y confianza. Hoy mientras manejaba iba platicando con mi Raquel, le decía, que sí debo entregar los tenis, es porque ya era el momento; en el mes de mayo fallecierondos familiares por Covid-19, muy queridos mi tío Herminio y mi primo Lucero de quienes no pudimos despedirnos de ninguna manera, los recuerdos son muchos y muy buenos, con eso me quedo; la pérdida más fuerte, mi hermano José Venancio, el mayor de los varones, exacto el 2 febrero de este año, agradezco la oportunidad de haberlo acompañado en su lecho de muerte, el falleció por insuficiencia renal.

Se lee trágico, sin embargo, esos momentos se han convertido en grandes experiencias de vida, que, me han fortalecido el alma y el espíritu, estoy dispuesta a vivir cada día, cada momento, cada instante, porque con pandemia o no, seguimos caminando, no es el virus, no es la crisis, no son las pérdidas, soy yo quien define que va a vivir, claro, siempre tomada de la mano de mi Dios.

Antonia Flores García, Metepec, Estado de México, 6/6/2020


Las primeras imágenes de los primeros infectados por el Coronavirus nos vinieron de muy lejos, para muchos y para mí, instalado en la ciudad de Agadir en la Costa Atlántica de Marruecos. Casi pasaron desapercibidas.Casi nadie les dio la atención que se merecieron ni pensó que podrían atraparnos a nosotros sin previo aviso, sin dejarnos siquiera el tiempo de prepararnos. Siempre creemos, equivocados por supuesto, que los males sólo llegan a los demás. Un infectado, dos, cien, mil y la cadena ya no se puede parar y la llama se extiende como el fuego en la paja, incontrolable, imparable, inclemente.

De repente se declara una pandemia universal cuando ya es tarde. Otros siguen creyendo, indiferentes, que era-es una mentira. Luego la des-información excesiva y rápida que no te deja tomar tiempo ni distancia para pensar, reflexionar, valorar. La manipulación gana, otra vez, y de repente nos vemos caídos en la trampa, una trampa de la que no sabemos salir ni sabemos cómo deshacernos de ella. Y llega el confinamiento. Una situación nunca vista ni imaginada. Cuando se declaró, aquí o allí, ni teníamos la menor idea de cómo teníamos que portarnos. Empezamos a hacer especulaciones de todo tipo. De las más alentadoras a las más pesimistas. La gente se siente metida, gratis y casualmente, en un rollo del que no sabe si va a salir algún día o no, y si lo consigue seguro que pagará muy caro. Las secuelas serán muy profundas, muy dolorosas, muy tristes. Al día siguiente, o incluso antes de que entrase en vigor ese famoso confinamiento que nos encarceló sin causa ni delito, sin proceso ni justicia, se desencadenó una sarta infinita de mensajes de humor y de sátira por la redes sociales.

Una manera de aliviarse, de consolarse. Nos reímos de nuestra situación, compasivamente.Conscientes de que nos esperan intensos momentos. Aislados, desconectados, aturdidos descubrimos, por fin, nuestra fragilidad, nuestra sumisión, nuestra derrota. Pero también aislados, descubrimos nuestras fuerzas, nuestras capacidades de aguantar crisis. Cada uno se las arregla como pueda: actividades, lectura, deporte,,, que tienen en común el estar un rato consigo mismo. Un confinamiento con su ser, con su intimidad, con su alma y espíritu. Me planté muchas preguntas y me proyecté muchas reflexiones. Pensé en lo que podría ocurrir si el confinamiento dura mucho tiempo, si la pandemia resiste y decide estar más tiempo con nosotros.

A cada momento que la desesperación intentaba apoderarse de mí, tenía muy presente en mi mente que el ser humano es fuerte y así tiene que ser frente a condiciones como estas. No tenemos derecho a rendirnos así fácilmente. La vida merece la pena. Merece la pena por nosotros mismos, por nuestras familias, por nuestros amigos, por la gente que no conocemos, por este mundo tan bonito que nos une aunque no lo cuidamos debidamente. ¿Será acaso esta pausa – forzada- que aplazó todo a nuevo orden desconocido, una oportunidad para una reconciliación incondicional con nuestro mundo, con nosotros mismos?

AbderrahmaneBelaaichi, Agadir, Marruecos, 11/06/2020


Otro día más con la incertidumbre, de lo que esta pasando afuera, recuerdo perfectamente que, al iniciar la pandemia, escuchaba a amigos y familiares decir

que eso no existía y le dan vuelta a la página, siguiendo su vida normal, pero cuando menos lo esperas lo mas profundo que amas está ahí, luchando por su vida y te das cuenta tan equivocado que estabas.

Son las doce de la noche y no puedo dormir, se escuchan gritos en todas partes, gritos de dolor, desesperación, pienso en Ana o Emi y de lo que ya no están aquí en este mundo, quienes ya no volverán abrir jamás sus ojos, quienes perdieron la batalla, y no les permitirá seguir disfrutando de la maravilla del mundo, seguir pensando que, si por un mínimo descuido al salir por la comida, regrese y pueda contagiar a alguien más, tengo miedo un miedo que recorre por mi cuerpo, que invade mi alma.

Pienso y pienso, hasta lograr tranquilizar lo mas profundo de mi alma, y encontrar una paz infinita para seguir con la lucha del otro día, me tranquiliza que en aun algún momento no muy lejano tendrá que pasar la pandemia, y valorar los momentos difíciles, por que ante esto tendremos que vivir con ella, o nos matara de la angustia, temor, miedo o desesperación.

Un día nuevo, donde me permito ver de nuevo la luz del sol, agradeciendo a la vida la oportunidad de estar aquí, me tranquiliza y estoy en paz en saber que la mayoría de los niños del mundo quien tiene la fortuna de estar en casa lo están y que sus risas y sus alegrías aunque no son las mismas, están presentes, algunos otros no tiene la oportunidad de ver la vida igual, no secomo será en cada hogar el vivir de los niños, porque socioemocional mente todos necesitamos salir de esto, y mirar el vivir de diferente forma y hacer un mundo mejor.

Ana Emilia Chávez Fragoso (Estado de México)


Los días siguieron acumulándose, los días algunos grises, algunos coloridos, algunos mudos. La contingencia pone todo muy encimita de la piel, entre estar todo el tiempo dentro de casa y tratar de que las pequeñas no sientan tanto el encierro, había días exitosos, otros atareados, algunos tristes y otros tantos así solo días acumulándose, pensando en las muchas explicaciones del por qué y para que estamos viviendo esto.

De pronto se sintió la muerte muy cerca, una amiga de mi hermana murió, el papá de un amigo de la prepa. Y sin poder despedir a sus muertos. Sin poder abrazar a lxs dolientes, una tía falleció en esta cuarentena ella de muerte natural, y el funeral lo presencié por internet, comentarios de pésame pesan más que en cualquier otro tiempo, si la muerte anda muy atareada y las redes ayudan pero no es suficiente, ayuda un comentario de lo siento, siento tu pérdida, pero si un abrazo enviado claro es lindo, pero no es igual que sentir esos corazones unidos, y claro es triste y cansado y agotador tratar de que todo está bien y pensar que si estamos bien y que de pronto el estrés te agarra desprevenido y gritas o de pronto el miedo llega, y ves a quien depende de ti y necesariamente sonríes a veces solo de apariencia pero esa sonrisa sirve y de repente también ríes a carcajadas por qué la vida es así trae de todo con ella, está contingencia modifico mucho, muchas cosas tarea en línea, tareas en foto, funerales en video, cumpleaños a distancia o postergados, cambia y aumenta el valor de tocarse de estar cerca, de poder abrazarse, crece el valor infinitamente de estar vivo, el valor de lo que si se puede hacer, y pensar o más bien sentir y ordenar prioridades, valorar el estrecharse la mano, el ver sonreír a alguien quien sea, sonrisas qué ahora se cubren o que no nacen muchas o tan frecuentes por la conciencia de lo falible que somos y de nuevo vuelve lo lindo de la vida, el valor de esas sonrisas y de repente la paciencia llega se queda, se disfruta, y viene la tristeza y también se disfruta, se siente y se comparte, ese sentirse humano, conectado de alguna manera con quién vive el confinamiento…. Todas las personas en el mundo, que aunque se viva de manera diferente se vive al fin de cuentas.

Y regresa la esperanza y se disfruta y las ganas de trabajar para alimentarse y alimentar a la familia tal vez de manera distinta y creativa. Y viene a mi mente Dios proveerá, y lo hace por medio del corazón de las personas, hermosos corazones que se conectan y se dan calorcito y consuelo. Y siguen los días amontonando se y con ellos nuevas conciencias, nuevas formas y nuevas esperanzas y experiencias.

Sonia Arely HuitrónBetance, Ciudad Juárez Chihuahua


Esta pausa que me ha servido para darme cuenta de lo importante de mi esencia, la prisa termino me he dado cuenta que mis sentidos los tenía olvidados y mi cuerpo cansado del stress ,mi atención y el silencio de la ciudad me ha permitido escuchar el canto del gallo por de la mañana saborear un café, sentir el calor el sol, oler la albahaca en el espagueti y abrazar a mi familia, todo esto no hubiera pasado con las prisas ahora entiendo que la velocidad del tiempo lo hago yo , el tiempo es el mismo son 24 horas y mi percepción ha cambiado, que el tiempo no pasa rápido mi prisa hacia que pasara rápido ahora me doy cuenta de lo valioso que es, el tiempo es oro.

En el camino a mi trabajo observo las calles desoladas, el transporte va casi vacío que me toca un asiento para descansar y observar los locales cerrados algunos en venta o en renta y otros con un letrero y el teléfono o correo electrónico para que manden sus pedidos, solo están abiertos los locales que venden alimentos como la panadería, la tienda de alimentos o comida solo para llevar, los museos, edificios de gobierno custodiados por la policía así como el personal de limpieza todos llevamos el cubrebocas, caretas o ambas, en mi trabajo escucho las experiencias de personas que estaban de vacaciones y no pudieron regresar a su país, que cancelaron una boda o cambiaron una cita de trabajo por las medidas sanitarias, lo único que no se pudo modificar por la ley de la naturaleza fue el nacimiento de un bebe o el fallecimiento de un ser querido aquí no hay restricciones, el futuro es incierto la estabilidad que llevaron mis abuelos no será para nosotros ni para las nuevas generaciones seremos testigos y actores de los nuevos cimientos en economía, educación, salud y medio ambiente para un mundo de bienestar, adiós comodidad.

Esta frase me encanta y es de un canal de televisión que siempre tiene por costumbre dar malas noticias “le traemos al mundo tal como es, imagínelo usted tal como podría ser”

Maria Antonieta Meza Glez Ciudad de México, México


Tengo claro el interés de contribuir con un eslabón a la noble labor de crear una historia colectiva, construir su sentido enlazando el dolor y las ilusiones, pero cuando las experiencias, las emociones y las ideas galopan sin ton ni son es muy difícil encontrar las palabras, el eje rector que les permita fluir y dar sentido a una narrativa significativa y común.

El encierro, el inesperado e implacable encierro determinado por mandato y por miedo, que poco a poco se va comprendiendo y asumiendo con la responsabilidad del cuidado personal y la solidaridad cobra sentido al saberse parte de la solución, buscando estrategias de estrechar los lazos a la distancia, acompañarse en el esfuerzo, valorando y apoyando las acciones de sana distancia, fortalecimiento de la salud integral, buscando, creando y recreando actividades, aprendiendo a gozar las sonrisas en las miradas y los abrazos en las palabras, buscando con determinación el rol que nos permita participar en las limitadas condiciones de las paredes que nos cobijan.

Y surgen ideas, se comparten y enlazan; y crecen y se proyectan las ilusiones; se vislumbran cambios, nuevas expectativas de una civilización más empática en una Cultura de Paz de convivencia respetuosa entre todos los seres vivos y sus entornos… y se impulsan los ánimos y los afanes, se afianza el optimismo, se sueña con hermandad, justicia y salud.

Con más frecuencia de la deseada llegan las noticias de la rebeldía sin causa, de actitudes negligentes, desafiantes y desconsideradas…y duele, y enoja, prolonga la incertidumbre y parece anular los esfuerzos. Se siento como la llegada de un ventarrón que destruye las ilusiones.

Entonces hay que detenerse, observar con cuidado y reconocer que no hemos construido castillos de arena o torres de naipes. Que los esfuerzos enlazados con fortalezas humanas no son ilusiones vanas ajenas a nuestra extraordinaria capacidad de trascender, de compartir los sueños y de crearlos. Así que a respirar profundo, alimentar el ánimo y los empeños, a buscar materiales, técnicas, escenarios y agentes con mayor cuidado, cuidar los detalles, asumir hasta las responsabilidades más pequeñas que aún pareciendo insignificantes brindan apoyo, fuerza y luz a la maravillosa oportunidad de vivir la vida agradecidos, compartiendo, hermanados, cantando y bailando en comunión

Gloria Beltrán. Guadalajara, México


Parece que se gesta un nuevo mundo. Una nueva etapa de la historia va naciendo. “Las cosas después de esto quizá no sean las mismas”, dicen muchos. Y mi corazón lo espera realmente, late fuertemente deseando que todo lo sucedido sea para bien. Inspiro, y me lleno de esperanza de que hayamos todos, incluyéndome a mí, aprendido a valorar y saborear la vida. Aprendido a disfrutar unos de otros. Aprendido a tolerar la impaciencia de otros y la propia. Aprendido a convivir, a sonreír juntos, a caminar contando los pasos. Aprendido a disfrutar, a deleitarse de los espacios y tiempos, que es de seguro sin querer, nos ha regalado este extraño virus.

Va acabandoel día 107 del encierro. Y decido mirar atrás. Lo que veo no me gusta, me asusta un poco aún. Enfermé en el día 30 como muchísimos por aquí.

“Me tocó”, me dije. Casi no salí, pero algo pasó. Aunque el mal me rozó levemente, hizo sentir la fragilidad de mi cuerpo y de mialma.Pensamientos de miedo y sombras, incertidumbreangustias y esperanzas pasaron por mí por casi 25 días. Y aquí estoy, día 107. Respiro profundamente y agradezco.

Creo y deseo de corazón que la humanidad en nuestro planeta resucite a la empatía. Yo aspiro vivirla. Aunque sé que a veces es incómoda y cansada, sobre todo cuando se comparte el dolor del otro. Lo prefiero, a la indiferencia. Me duele hoy la vida perdida a mi alrededor, la tristeza y sufrimiento de los que quedan. La muerte ha golpeado y golpea fuerte la alegría, la sonrisa de muchos.

Pienso en las semanas que he vivido, que hemos vivido. Un vivir distinto. Pasar del ajetreo y la vida rápida a la calma obligada, pero expectante, con futuro incierto. Una calma de silencios agobiantes, como de algo que se espera, pero no se sabe qué. Solo es espera y es deseo de que todo vaya bien. Es anhelo. Un anhelo que alimenta los sueños, uno que haga surgir una inmensa luz que ilumine la oscuridad.

Hay un poco de impaciencia ya. Se respira mucha inquietud en el ambiente. Las noticias no son alentadoras, las cifras atemorizan. Pero hay expectativas. Se extraña la libertad, los paseos, los niños corriendo, las risas juveniles, las charlas alegres. El  caos  acostumbrado pero divertido. Ojalá, pienso, no vuelva lo normal. Lo normal del antes, nos ha dañado mucho. Siento zozobra. Luego, inspiro y espiro, sonrío y confío.

Ana María Raurau Esquivel, Lima, Perúz


Y de repente en medio de tantas noticias angustiantes y desalentadoras, me puse a pensar y si este fuera el momento para redescubrirnos, repensar quienes somos y a donde vamos.

Pareciera una discusión de fondo en medio de la desesperanza por eso escribí esto…

Quiero por un lado reconocer mi vulnerabilidad como ser humano, quiero que esta experiencia (la pandemia) me sirva para entender que este planeta y sus recursos no están a mis pies.

Quiero reconocer a muchas personas haciendo cosas maravillosas para que esta crisis no nos derrote (médicos, enfermeras, empresarios, académicos, ciudadanos, entre otros).

Quiero vernos unidos para enfrentar esta situación, ya que, aunque somos diferentes es momento de sumarnos.

Quiero que esta sea la oportunidad para que todos saquemos lo mejor que tenemos, para hacer un mundo mejor.

Quiero reconocer a los que, desde sus oraciones, nos impulsan a saber que no estamos solos.

Quiero que el amor y la esperanza sigan siendo los motores para descubrirnos como seres diferentes.

Quiero que, en la empatía y la compasión, encontremos la oportunidad de hacernos uno con el dolor de nuestros semejantes y confortarlos.

Quiero pedirles a nuestros gobernantes una acción más responsable para superar esta crisis.

Quiero seguir haciendo de esta situación, una oportunidad para volverme más resiliente y crecer interiormente (pedir perdón y perdonar).

Por ello y aunque se que muchas cosas serán diferentes después de esto, quiero transformarme en lo personal para ser mejor, ver y comprender mucho más a los que me rodean y entender que mi relación con el planeta tiene que cambiar, no puedo seguir sobreexplotándolo.

En síntesis, estoy ante la oportunidad de encontrar nuevos caminos y transitar de manera diferente, en un mundo que, aunque sea diferente, seguirá teniendo al único ser capaz de transformar el destino y seguir existiendo: el ser humano. Y quiero cerrar esta reflexión con un gran pensamiento que es parte de una obra de Alberto Cortez:

“Que suerte he tenido de nacer para cantarle a la gente y a la rosa y al perro y al amor y a cualquier cosa que pueda el sentimiento recoger.

Que suerte he tenido de nacer para tener acceso a la fortuna de ser río en lugar de ser laguna, de ser lluvia en lugar de ver llover”.

Edgar Martínez Novoa


Y así como hay días de luz, también hay días de sombra…

Hoy me desperté siendo todos y ninguno. Volteo hacia atrás y pareciera que no hay más que decir, que pensar, que sentir. Pareciera que en esta existencia amontonada lo que me queda es la aceptación, así, sin expectativas.

La espera me tiene cansado, siento melancolía por aquello que no volverá a ser y mucha repulsión cada que escucho la frase “todo va a estar bien” ¿Para quién?

¿Cuándo?

Las certezas que construían mi mundo se derrumban una a una y pareciera que a nadie le importa. Hoy soy enojo, soy angustia.

El dolor del mundo crece, siento como se desborda desde lo más profundo de mis entrañas. Ya no puedo. Es demasiado.

No es el virus lo que duele; es la pobreza, la desigualdad, ver que unos tiene con qué y otros no. Hoy soy desesperanza.

Adrian Rangel Juárez, Querétaro, México


Y la desesperanza se abraza, se vive para poder saber que hay algo que duele, que se rompe, que muestra lo que no se nombra y que ahora se escribe para que tenga voz, para que la historia de la humanidad quede plasmada en sus diversas etapas y con un bolígrafo que viajo por el mundo para mostrar la humanidad compartida, sus dolores, desesperanzas, pero también sus sueños, sus esperanzas y todo eso somos, tejidos en una red invisible que con el COVID se hizo más palpable la interconexión, la interdependencia pero sobretodo que lo que le pasa a uno nos pasa a todos.

Hoy con el corazón de la humanidad relatada en estas líneas, es pedir al que lea en el futuro estas líneas, recuerde que esta etapa si existió y que permitió develar las luces y sombras de gobiernos, sociedades, familias y personas, pero que también fue la oportunidad de ser una sola familia, una familia de paz, que aún dentro de este conflicto nos encontramos para cuidarnos, escucharnos, leernos, conocernos y reconocernos, pero sobre todo para amarnos.

Gloria María Abarca Obregón, México.


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